¿Para qué sirve un desfibrilador?
Explicación
Los desfibriladores tienen un alto nivel de seguridad y son el único medio demostrado para salvar la vida y reanimar a una persona, fuera del entorno hospitalario, que ha sufrido un paro cardíaco y que presenta un ritmo desfibrilable, fibrilación ventricular.
Es importante tener en cuenta que se debe activar la cadena de supervivencia y realizar las maniobras de resucitación cardiopulmonar (RCP) junto con la desfibrilación mientras llega ayuda especializada.
Los desfibriladores externos automatizados (DEA) están diseñados para analizar el ritmo cardíaco y determinar si es necesaria una descarga eléctrica que restablezca un latido eficaz. Son de uso intuitivo y cuentan con indicaciones sonoras o visuales que guían al usuario paso a paso. Al igual que la RCP, la desfibrilación temprana resulta esencial: los primeros minutos tras un paro cardíaco son determinantes, y cada instante que pasa sin atención reduce notablemente las posibilidades de supervivencia.
Para maximizar su eficacia:
Verifica la seguridad del entorno: Retira objetos peligrosos y asegúrate de que la superficie no esté mojada antes de aplicar los electrodos.
Sigue las instrucciones del dispositivo: El desfibrilador indicará si se debe o no proporcionar una descarga y cuándo continuar con la RCP.
Avisa a los servicios de emergencia: Llamar a un número de emergencia (p. ej., 112) debe ser prioridad, incluso antes de buscar el DEA, si no hay más personas que ayuden.
Mantén la RCP: Si el dispositivo lo sugiere, combina las compresiones torácicas y ventilaciones con la desfibrilación hasta que llegue el personal especializado.
En muchos lugares públicos (aeropuertos, estadios, centros comerciales), los desfibriladores están ubicados de manera accesible para actuar con rapidez. Su presencia y uso inmediato forman parte de la cadena de supervivencia, que incluye alertar al servicio de emergencias, aplicar RCP de alta calidad, utilizar el DEA y brindar cuidados avanzados cuanto antes. De esta forma, se incrementan las probabilidades de que la persona afectada recupere un ritmo cardíaco estable y reciba la atención hospitalaria necesaria.